JOB SHADOWING NORUEGA - Bryne Skole


 Irene Pinilla y David Peidro, docentes de física y química y filosofía, viajan hasta Bryne, cerca de la costa occidental de Noruega, a la Bryne Videregaende Skole para conocer nuevas metodologías y dinámicas de aula aplicables en nuestro instituto.


Día 1. 11 de febrero. Camino de Oslo a Brinde.


Nos recibió un Oslo precioso al borde de un mar helado.

Ocho horas de tren nos llevaron a Bryne, la ciudad en la que la escuela nos espera para aprender de ella. Y kilómetro tras kilómetro la naturaleza sobrecoge. Si esto no educa...




Día 2. 12 de febrero. THERE IS NO FENCES


A las siete y veinte de la mañana, bajo una ventisca muy notable, nos esperaba en la puerta de la Videregaende Skole, Åsmund, el que va a ser nuestro mentor. Realmente agradable.
Es un centro con unos 2000 alumnos que ofrece Vocacional Education (el paralelo a la Educación profesional) y Preuniversitary education (similar al bachillerato) con unas instalaciones envidiables.
El primer paso es tomar un cuenco de avena enorme que es costumbre y que se lo dan todo el alumnado "porque es importante para aprender no tener hambre y estar bien nutrido". 
Tras ello, clase de matemáticas para Vocacional Education. Cada sesión dura noventa minutos. El tema: superficies y volúmenes. En el aula, nueve alumnos y alumnas que se acomodan sin prisa y empiezan a prestar atención. Åsmund explica ágilmente en no más de quince minutos, y de inmediato reparte unos volúmenes de plástico y un pie de rey para medir las áreas y luego poder llenarlos de agua y, en una probeta medir empíricamente el volumen. La mayor parte del tiempo el docente elige pasar a un segundo plano y les deja hacer. Y funciona. En un momento dado llama por sorpresa a dos alumnos, deja el aula con ellos y los tres se dirigen a una aulita contigua donde les hace sin previo aviso una prueba de evaluación oral. El resto sigue trabajando en el aula hasta que vuelven. Surgen preguntas, se resuelven y la actividad acaba por funcionar. La clase avanza según su propio ritmo. 

Pasan los noventa minutos, se acaba la clase, se toma una pausa larga y llegamos a clase de química. En esta ocasión ante unas 25 personas de Preuniversity. El aula es amplísima y muy bien equipada. Todo el mundo está sentado ya trabajando y el profesor entra discretamente y sin interrumpir. Están preparando un examen de laboratorio que tienen en dos días. Pasados largos minutos decide intervenir y explica en qué van a trabajar y en que deben focalizar la atención para la prueba del miércoles. Saca de un pequeño almacen los reactivos y de nuevo les deja hacer. Tras alguna advertencia sobre el próximo examen, cuando se ha cumplido el tiempo y sin que suene ningún timbre, hemos ido saliendo de clase.
Es un detalle significativo que no haya timbre. Los tiempos se cumplen, pero espaciosamente y sin prisas. Hora y media es un plazo adecuado para iniciar una sesión, contar con el margen suficiente para desarrollarla con la significatividad necesaria y cerrarla de manera adecuada.



E igual que no hay timbre -subraya Åsmund-, tampoco hay vallas. Es el centro educativo más grande de Noruega y no se controla la entrada o la salida del alumnado. Es importante, dice, aprender a autorregularse, saber decidir. Efectivamente no hay ni una sola valla en ningún centro ni escuela de Noruega.
Comemos un poco, y a clase de matemáticas de Preuniversty. Una vez más, la explicación es clara, breve, de una concreción llamativa. Åsmund gesticula casi teatralmente, modula bien la voz, cambia el tono, cuida las pausas y crea buenos silencios. Y la estrategia se repite: propone una actividad para trabajar la diferencia entre lenguaje natural y lenguaje formalizado, reparte unos dados de colores y el alumnado se pone a ello. Pero pasado un rato, como se nota que están cansados y la atención ha decaído, Åsmund decide que lo mejor será parar cinco minutos para salir tomar el aire y refrescarse. Y así ocurre. Se puede hacer y es bueno hacerlo. La actividad sigue su curso y poco antes de cerrar la sesión, el docente retoma lo trabajado, recapitula y le da un cierre. En calma, y sin timbre, todos salen. No hay valla que deban atravesar.

Mañana estaba planeado ir a la playa a recoger basura marina un situ, pero el tiempo empeora y acorde a esto la actividad se da por cancelada.
Por suerte Åsmund nos acompaña en coche a ver la costa. La nieve espesa llega hasta el mar. 




Día 3. 13 de febrero. Con tiempo, continuidad y personal.



El día ha amanecido bajo un manto de copos como puños. Efectivamente hoy hubiese resultado inviable llevar a cabo la recogida de basura en la playa.
A cambio asistimos a una sesión completa en el aula del proyecto de residuos marinos. Nos reunimos con Karoline, una profesora en prácticas, Åsmund y veintisiete alumnos en una clase. Entran en calma, se sientan tras sus mesas, acaban de comer el desayuno o beber su batido cómodamente sentados. Acude a clase también el profesor de sociales y alemán. El profesor, de nuevo en no demasiados minutos, platea qué se ha hecho hasta el momento y qué se va a hacer hoy. Al poco, alumnas y alumnos se 
Colocan formando grupos de unas cuatro personas. Uno de los grupos sale de clase y se dirige, suponemos, a otra aula. 
Dirigimos a Karoline y Åsmund toda una batería de preguntas. Nos cuentan que el proyecto cuenta ya con cuatro años de trayectoria, que además es transversal y que múltiples asignaturas confluyen en él, y que son cuatro los docentes que lo llevan adelante trabajando en él. A la semana el grupo cuenta con 9 horas lectivas dedicadas al proyecto. Así que continuidad, transversalidad, un número de docentes adecuado y un margen horario amplio permiten que un proyecto como este funcione. Todo esto y alguna cosa más.



Cada grupo de alumnos se encarga de una tarea. Mientras unos investigan sobre los residuos recogidos, otros calculan los porcentajes de tipos de basura recolectados y los comparan con años anteriores. Otro grupo se encarga de grabar y montar un pequeño film en torno a la contaminación marina, el grupo de al lado va a grabar unos videos para tik-tok sobre el tema. Cuatro personas salen del aula para grabar un podcast sobre el tema. Otros compañeros están redactando con todo lo aprendido una entrada para Wikipedia; no hay ninguna hecha aún al respecto en noruego. Precisamente a los pocos minutos Åsmund recibe un mail de un periodista que raíz de esa entrada en Wikipedia quiere hacer una entrevista a los chavales. 
A todas estas condiciones se suma una meta, una motivación: en marzo la clase deberá presentar todo lo trabajado y realizar una conferencia a la que asistirá el equipo docente y buena parte del alumnado, pero además miembros del gobierno de la región y representantes de compañías de la zona.
El alumnado entra y sale del aula libremente, trabaja a su ritmo y pide la ayuda que necesita. Funciona. La sesión se termina a los 90 minutos con un cierre de Åsmund. Hasta la próxima sesión.

Pasados treinta minutos de descanso nos encontramos con Maia, profesora de español, que nos invita a su clase. Alumnado variado, y en esta ocasión aparentemente inquieto. 


Para empezar, nos presenta. O nos insta a presentarnos. Están estudiando las distintas zonas de España; nos coloca ante un mapa de la península y sobre él decimos quién somos, de dónde venimos, cómo es la zona de donde somos etc.
Y sigue la clase con una lectura conjunta y unos ejercicios de gramática. Siempre en grupo, de manera participativa. 
En esta ocasión el formato de trabajo en el aula nos resulta más cercano a lo para nosotros habitual. En última instancia el estilo docente de cada profesora o de cada profesor resulta crucial. Y a la vez este depende y se ajusta siempre a la realidad de cada grupo, de cada aula. Eso nos dice Åsmund en la pequeña reunión con que cerramos la jornada.

Por la tarde nos recibe la bonita ciudad de Stavanger. Vale la pena y solo una distancia de solo treinta minutos en tren que ojalá alumnas y alumnos de nuestro instituto recorran el curso que viene.



Día 4. 14 de febrero. Modos de hacer.

Hoy ha sido el examen experimental de química. Nos reunimos con el grupo, Karoline y Åsmund en el laboratorio. Se reparten puntualmente batas y gafas de protección y a los pocos minutos empieza la prueba. Por parejas deben preparar una disolución amortiguadora de pH. A su disposición hay una gran variedad de reactivos y todo el material necesario. El laboratorio está equipado de manera admirable y hacen uso de él. El equipamiento y el aspecto era más propio de un laboratorio universitario que de uno escolar. Pasado el tiempo esperado cada pareja presenta su disolución al profesor que, usando pHmetro, determina si el resultado es el debido o no. Nos cuenta que intenta llevar a cabo una evaluación holística que tenga en cuenta todo el proceso más que el resultado concreto de la prueba. Acudir a una rúbrica -dice- dificultaría esa mirada. 



Pasados los noventa minutos se termina la clase y llega el momento del almuerzo.
Tras él, clase de proyecto. Åsmund recuerda que al día siguiente no hay clases porque está dedicado exclusivamente a reuniones del equipo docente, a lo que más de una persona responde con exclamaciones de alegría. Rápidamente se reúnen en los grupos de tareas asignadas. Comentamos algo que nos llama la atención mucho: efectivamente se trabaja en grupos y las clases son dinámicas, pero no se dan diálogos, no hay intercambio de impresiones entre estudiantes, ni tampoco entre estudiantes y profesor.  El profesor incide sobre algún aspecto concreto del proyecto de podcast, y luego cada grupo sale del aula para acomodarse en cualquier lugar del centro que consideren adecuado y trabajar ahí. El aula queda vacía.
Es significativo: el espacio arquitectónico está pensado para estar en él, no sólo para pasar de una aula a otra. En un amplio hall que conecta distintos espacios encontramos unos pequeños cubículos. Huecos recogidos donde se pueden sentar no más de seis personas. Resultan acogedores, parecen pensados para reunirse tranquilamente y trabajar o charlar.


Siempre hay alumnado ahí sentado, de modo que sí parecen cumplir la función de hacer de éste un lugar habitable. Pero todo da señales de ciertas maneras de entender la sociedad, o al menos ciertos detalles reflejan necesidades particulares. Cerca de estos pequeños espacios se sitúan unas grandes butacas diseñadas para que la persona que haga uso de ellas se aísle prácticamente del entorno. Más que para sentarse parecen servir para ocultarse. 


Y quizá no sea mala idea, pero nos preguntamos si algo así podría tener cabida en un centro como el nuestro en que buena parte de la labor docente es facilitar las relaciones sociales de muchos alumnos. Es posible que sencillamente su marco social ni tan siquiera les abra la posibilidad de afrontar cuestiones que en nuestro centro resultan nucleares. La pregunta sería si estas diferencias no determinan en el fondo las dinámicas en el aula que hemos venido observando estos días. A fin de cuentas esa atención a la particularidad personal, esa que se esfuerza en facilitar no encerrarse en un aislamiento que tanto lastra, ese cuidado que en nuestro trabajo es tan importante, no se suele dar visiblemente en el aula, y dudamos que un observador que nos mirase desde fuera llegase a percibirlo. 

Nos despedimos de Åsmund tras contarnos su plan para el día siguiente a resultas de que cayese de la programación la visita a otra escuela. Su plan lo ha trazado sin dudas. Tampoco aquí hay diálogo. 

Día 5. 15 de febrero. El entorno.

Hoy es uno de esos día -alrededor de unos 5 a lo largo del curso académico noruego- en que se suspenden las clases para permitir que todo el equipo docente se reúna, dialogue, replantee actividades, clases, proyectos y, en general, haga una pausa para trabajar y adquirir cierta perspectiva. 
Åsmundo ha solicitado no acudir al instituto para acompañarnos y atender al programa Erasmus+.
Nos vemos a primera hora. Aplazamos por unas horas el trabajar delante de un ordenador y, al conocer nuestra intención de conocer el entorno para poder organizar alguna excursión con el grupo que viniese a Bryne, decide llevarnos en su coche a curiosear el campo cercano. Nos comenta además que para hacer excursiones como las que imaginamos podríamos contar con un minibús con el que cuenta la Videregaende Skole.


El primer destino es el lago de Langvagnet. Nos cuenta que de él proviene toda el agua potable de la región, y se sorprende cuando le hablamos del origen subterráneo de gran parte del agua que bebemos en Madrid. 
Es un día ventoso. A medida que avanzamos, ganamos altitud y la nieve abunda. Bordeamos lagos completamente congelados. El paisaje aquí no es algo ante lo cual situarse y mirar; casi a la inversa es el paisaje el que te asalta y permea en tí. Llegamos al Langvagnet y hacemos una breve parada. Son hilos muy significativos sobre los que se teje el proyecto sobre agua y contaminación. Nos explica un poco, y subimos de nuevo al coche para continuar por la misma carretera. La siguiente parada es un alto junto al cual se encuentra la cabaña donde vivió un reconocido escritor noruego: Arne Gardnorg. El lugar es increíble. También el viento y el frío que lo envuelven. La nieve nos llega a las rodillas. Las vistas son preciosas, sencillamente. Dejarían con la boca abierta a las alumnas y alumnos que vinieren el curso próximo. 



Seguimos la ruta hasta el mar. Llegamos a la playa. Una playa abrupta, rocosa, cubierta de nieve y hielo y alfombrada de gruesos troncos que Åsmund nos explica que pertenecen a un tipo de algas. En este paisaje se trabaja sobre el terreno el proyecto de polución marina. En este paraje el alumnado viene a recoger e identificar la basura que invade la costa; y no sólo la costa. Es el punto de inicio de horas de trabajo que ya cuenta aquí con años de inercia. 


Recorrida una pequeña parte de la playa -el viento azota fuerte y húmedo- nos propone ir a su casa a trabajar. Allí, ahora ya ante la pantalla del ordenador, dedicamos el tiempo necesario para ultimar los detalles de su visita a Madrid en primavera, y ajustar toda la documentación requerida por nuestra estancia en Bryne. Es trabajo necesario. Unas gambas recién pescadas lo hacen más agradable.


Día 6. 16 de febrero. 

En realidad el día empezó ya antes de acostarnos. Una cena muy agradable con el equipo docente que en primavera vendrá al Madrid Sur, hizo que nos viésemos volviendo a la casa de noche cerrada y pisando nieve. Cuánto ofrece poder conocernos fuera del marco que parece habérsenos asignado. Sea como sea, a mitad de camino damos de bruces con el edificio de la biblioteca, un cubo gris que, en honor a las letras a las que está dedicado, posee las cuatro fachadas recubiertas con frases escritas en docenas de idiomas. Sin rebuscar en ellas, una nos llama la atención. Dice algo así como: "la locura de la juventud al final resulta cercana a la mayor sabiduría". Pensamos que no es mal lema, si en educación de lo que se trata es de ayudar a que chavales crezcan según lo que son.
Ya de mañana nos reunimos con los compañeros un día más en el instituto. Sabemos que es el último.
Marius nos ha invitado a su clase de español. Es un profesor que vivió un año en Madrid, enamorado de lugar. 



Habla con soltura y aún así mide las palabras y su ritmo cuando entran las alumnas y alumnos en el aula. Cómo siempre, lo hacen sin prisa comiendo o bebiendo su batido. Empieza la sesión y nos presenta. Hablamos claro y lentamente. Parece un grupo receptivo. Tras la presentación cada persona nos dirige una pregunta que han escrito en un papelito la clase anterior. Las preguntas van desde si nos gustan los toros a cuales son nuestras tradiciones favoritas o que opinamos sobre Cristóbal Colón. La sesión pasa rápidamente entre conversaciones tranquilas, algo de música y un vídeo que Irene saca de la manga para que comprendiesen el significado de la expresión "vale". Se acabó nuestra ultima clase en Bryne. Es satisfactorio. Y también un poco triste.
Se cierra además con cierta prisa: es viernes y en el comedor toca pizza, de forma que no hay tiempo que perder.

Comemos con el equipo docente, y tras concretar cuándo nos veremos en Madrid, nos dan la documentación requerida y nos despedimos.

Gran experiencia. Una locura, como esa de la que hablaba el muro de la biblioteca. Difícil de contar e imposible de resumir.
En el tren de camino a Stavanger para iniciar la vuelta de camino a Oslo bordeamos el lago por el que paseamos el primer día. El lago inmenso se está descongelando y parece otro. En tan sólo cinco días cuánto tiempo ha pasado.



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